LO QUE HAY QUE SABER Y COMPRENDER...
El objetivo de un cinturón de seguridad es sencillo: evita que salgamos disparados por el parabrisas en caso de que el automóvil sufra una parada repentina como resultado de una colisión, de un frenazo brusco, etc. Pero ¿por qué nuestro cuerpo sigue en movimiento cuando el coche se para? La respuesta a esa pregunta tiene que ver con la inercia.
El objetivo de un cinturón de seguridad es sencillo: evita que salgamos disparados por el parabrisas en caso de que el automóvil sufra una parada repentina como resultado de una colisión, de un frenazo brusco, etc. Pero ¿por qué nuestro cuerpo sigue en movimiento cuando el coche se para? La respuesta a esa pregunta tiene que ver con la inercia.
La inercia se podría definir como la tendencia de un cuerpo a mantenerse en movimiento hasta que alguna acción externa lo altere. Es decir, la inercia de un cuerpo podría entenderse como la resistencia de ese cuerpo a cambiar la velocidad y dirección de su marcha.
Si un coche avanza a 100 km/h, su tendencia será la de continuar su marcha en línea recta y a esa misma velocidad. Para poder "dominar" dicha tendencia o inercia el conductor necesita usar la fuerza del motor, de los frenos y de la fricción de los neumáticos con la carretera.
Todos los objetos que viajan dentro del automóvil tienen su propia inercia, la cual es independiente del estado de movimiento del coche. Por ese motivo, cuando un coche toma una curva bruscamente sentimos que nos vamos a un lado; realmente lo que sucede es que el coche gira y nosotros tendemos a seguir en línea recta. También debido a la inercia, cuando un coche frena sentimos una fuerza que nos echa hacia delante; realmente lo que sentimos es nuestra tendencia a seguir en movimiento.
Cuando viajamos en un automóvil que se desplaza suavemente a 100 km/h tenemos la sensación de que nuestro movimiento está ligado al del coche, pero dicha percepción es errónea. Si, por desgracia, el coche se saliera de la carretera y chocara contra un árbol, el automóvil sufriría una parada repentina. Sin cinturón de seguridad, nuestro cuerpo mantendría la misma velocidad que antes del choque; es decir, continuaremos nuestra marcha a 100 km/h hasta que el parabrisas, el salpicadero, o el propio asfalto nos frena bruscamente ejerciendo una fuerza tremenda sobre nuestro cuerpo. Si el coche es frenado bruscamente por cualquier motivo, algo debe de ejercer una fuerza sobre sus ocupantes con el fin pararlos. Dependiendo de dónde y cómo se aplique dicha fuerza, los efectos van desde una muerte instantánea a la posibilidad de salir andando sanos y salvos.
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